viernes, 3 de octubre de 2014

46 años y no se olvida

Los que forman parte del contingente echan porras, gritos, consignas. Chiflan, cantan y se mueven con profunda seguridad siendo parte del colectivo que avanza de continuo sobre el Eje Central Lázaro Cárdenas que desde muy temprano fue cerrado a la circulación.

A la altura del "Caballito" Reforma está atascado de autos que desconocen, ignoran o sencillamente no les importa la fecha, su significado ni quieren saber el por qué de esos camiones llevando gente y estudiantes dispuestos a mostrar su inconformidad mientras ellos simplemente permanecen atascados de un volante disfrutando en parte su estado de normalidad.

Los que no forman parte formal de los contingentes pero se quieren unir (y de hecho se unen) mientras pasan por ahí. Son obreros, son señores, son ciudadanos equis que se contagian de la vibra de los estudiantes que no ocultan su fuerza, su movimiento.
Se unen personas de manera discreta así como que van pasando por ahí pero es evidente que quieren unirse aunque sea por esa vez, aunque sea por ese momento al sentimiento de inconformidad materializado que siempre han deseado pero que no han tenido el valor de asumir.

Las calles, los comercios, los monumentos históricos han sido blindados para que no haya pintas, destrozos ni cosas similares. No se ve bien pues de hecho luce como escena de la Segunda Guerra Mundial cuando los Alemanes sitiaron a los Judíos en los Ghetos Polacos pero bueno, se supone que es para proteger el patrimonio de la nación.
Paso por ahí y pienso que si así se protegiera diariamente el arte y la educación pero con vallas de ética, de honestidad y de formación, entonces no habría necesidad de poner semejantes muros tipo Tijuana que lo menos que hacen es recordarnos que todos somos iguales, civiles y educados.
El celo con que las autoridades dicen querer guardar el orden y la civilidad es en realidad una forma de proteger todo ese atractivo turístico que tanta ganancias les deja. Pero esa, esa es otra historía.

Desde luego, había anarcos. Esos infiltrados elementos de choque que han caracterizado a las últimas marchas marcándolas de violentas y radicales para restarles credibilidad ante el resto de la sociedad dormida que no ve más allá de su control remoto. Había extraños sujetos vestidos completamente de negro con radios que usaban de manera discreta y que curiosamente parecían comunicarse con algunos de los anarquistas que estaban unidos a los contingentes pero que esta vez fueron claramente marcados con distancia por los genuinos estudiantes. El grito forzado era "¡Esta marcha es pacífica!. No violencia. Avanzando, avanzando". De cualquier forma, era imposible no ver la diferencia entre los estudiantes y los grupos de choque. No la ve quien no quiera verla.

En un momento, mientras avanzábamos hacia la plancha del Zócalo, sale de entre las calles un solitario encapuchado que aprovecha un espacio entre caravanas y justo cuando hay varios reporteros concentrados toma protagonismo y se planta en medio de la loza de 5 de mayo. Ya traía consigo una roca y sin más la lanza sobre una de las ventanas altas del Bancomer de esa esquina.
El resto del contingente se separa de inmediato y muchos gritamos "¡Fuera, fuera! No violencia. Esta marcha es pacífica!". El anarquista se descontrola. Nadie lo secunda. Nadie le sigue la corriente. Y así como apareció, así se desaparece corriendo hacia una entrecalle.
Los reporteros morbosos toman más fotos de los vidrios rotos que aparecerán esta mañana en la portada de algunos noticieros.
 El contingente sigue avanzando y lo hace continuo. El grito de los manifestantes completa el cuadro y parece un rio avanzando poderoso sobre la orilla donde varios curiosos se han apostado como si estuvieran viendo pasar al Papa o algún famoso deportista. Los vendedores ambulantes se unen también. Son como esos pequeños peces nadando bajo el vientre de los tiburones. Es la oportunidad de vender lo que no han vendido en la semana. Aquellos gritan consignas contra el Gobierno, los otros gritan los precios de sus vendimias.
Los mirones no hacen nada salvo ver. Graban tímidamente con sus celulares. Algunos murmuran. Otros miran con burla y desprecio. Algunos más miran con cara de enojo y no puede faltar el que dice que eso es una perdedera de tiempo, que mejor se pongan a estudiar.


Pero lo que varios ignoran es que, precisamente para poder bien estudiar es que esta marcha está sucediendo. No se trata solo de ir a echar gritos. No se está conmemorando solamente una fecha más del trágico 02 de octubre de 1968 sino además, se alza la voz para protestar contra las medidas discretas y disimuladas de algunas personas clave en el Gobierno y la Iniciativa Privada para hacer del Politécnico una fabrica de empleados con capacidades.

Esta marcha es diferente por esa simple razón. Han convergido el grito de protesta por un acto represivo e injusto del pasado y un nuevo grito de protesta por un acto abusivo e injusto del presente.

Es imposible que la ciudadanía no pueda sentirse enojada, triste y una vez más inconforme. No debe ser así. No debería ser así. Por ello, los jóvenes hacen lo que suelen hacer: Inconformarse. Salir, tomar las calles, gritar, denunciar sin pena lo que quieren y lo que no. Los adultos y ancianos ya cansados y conformes no se atreven, la piensan mucho, calculan cada milímetro de los riesgos. Ellos, los jóvenes, no. Se valen de su fuerza y su emoción para impulsarse y ese impulso ha empatado con una fecha en la que algunos adultos y muchos estudiantes quieren alzar la voz para decir: ¡Ya basta!

 
Hace apenas unos días atrás el Zócalo estaba lleno de autos caros y repletos de guardaespaldas de políticos onerosos que se atrevieron a usar esta Plaza como Estacionamiento. Nadie los multó. Nadie fue a la cárcel. Ningún policía sonó el silbato mientras con la mano hacía ademanes de que siguieran circulando. Ahora, esta tarde, está llena de los verdaderos dueños del lugar: El pueblo, la sociedad.

Cierto, ellos no llevan autos, van a pie. El Derecho Constitucional les garantiza apropiarse de la Plaza sin que nadie pueda impedirlo. Esto es más cívico y legal que usarlo de zona de valet parking.

Apenas el pasado 15 de septiembre la zona cercana a la puerta de Palacio Nacional estaba llena de acarreados, de paleros, de vendidos que a cambio de un miserable lunch de torta, jugo, manzanita y una bolsa con logos y nombre de conocido personaje en el poder, acudieron a fingir antes las cámaras que están contentos y satisfechos como ciudadanos pese a tanta corrupción, desfalcos, prepotencia, desaparecidos y violencia.
Lo peor: Salieron a engañarse a ellos mismos ante la mirada silenciosa de sus propios hijos a quienes condenan precisamente con esos actos, a un nuevo ciclo de pobreza, conformismo y corrupción.

Esta tarde de 02 de octubre sin embargo, estaba llena pero no de acarreados sino de puros informados. Gente que estaba aquí por su propia voluntad aunque nadie les diera tortas ni les prometiera autobuses de regreso.


De hecho, comparten tortas y pizzas frías pero que les saben a gloria, a dignidad, a real ciudadanía. A una conciencia tranquila que no se vende ni se compra. Gente de todas las edades estaba ya en el Zócalo. Algunos oyendo, otros mirando. Otros descansando de la jornada desde Tlatelolco.

Para quienes hemos leído, llegar a la plancha del Zócalo fue un viaje al tiempo en cuestión de segundos. Miré el templete improvisado frente a Palacio Nacional hecho con autos y camiones y recordé entonces la misma escena semanas antes de aquel trágico 02 de octubre.

Y es que, ¡qué rápido convergen pasado y presente cuando los países no aprenden sus lecciones! Las espirales se repiten, los personajes persisten, los actores cambian pero los escenarios se conservan. Y el olor de la inconformidad sigue llenando la misma sala de esta historia 

Lo impensable sigue sucediendo en este país nuestro de quimeras y alebrijes. Una de las más terribles pesadillas de nuestro Gobierno se hizo manifiesta desde hace poco y en el Zócalo se volvió a hacer manifiesto: Pumas de la UNAM y Burros del IPN unidos de nuevo por las mismas causas.
El gran terror de Diaz Ordaz ahora en tiempos de Peña Nieto. Cuando pensaron que #YoSoy132 ya no podía hacer nada por haber sido desarticulado (con cámaras ocultas y llamadas interceptadas), entonces de la nada de nuevo los estudiantes vuelven a ser la piedrita en el zapato oficial.
Y ahí estaban, justo como hace 46 años atrás. Chavos del Poli y de la Universidad compartiendo espacio juntos sin atacarse, sin insultarse. Peor aún para corruptos en el poder: Mano con mano, hombro con hombro y unidos en un mismo pensar y sentir.


En esta marcha estaban todos: Los Politécnicos inconformes, las madres de desaparecidos, los ingeniosos que saben protestar, las causas de otros pueblos y otros estudiantes igualmente inconformes. Para todos hay lugar, aquí todos caben.



La marcha ha concluido de manera completamente pacífica. Porque los estudiantes así lo manifestaron. Porque las autoridades así también lo consideraron. No podían darse el lujo de reventar la marcha como lo han hecho en veces anteriores o podrían prenderle fuego a un cartucho que no iban a poder apagar. No cuando Osorio Chong ha brincado al templete queriendo al menos mostrarse negociador, representativo de una mejor voluntad que la que tuvo Diaz Ordaz en aquel 68.

Prueba de que los Mexicanos sabemos protestar y manifestarnos es que de regreso y al final de todo este movimiento, el Monumento a Juárez permanece intacto, limpio, pulcro sin necesidad de que nadie lo haya estado guardando o custodiando.
Era imposible. No en esta marcha. No con esta gente. No con esta sangre nueva de estudiantes pensantes. No cuando ese Monumento representa la voz de un Benito Juárez que una vez acertadamente sentenció: "Malditos aquellos que con sus labios defienden al pueblo, y que con sus hechos lo traicionan"
El 02 de Octubre no se olvida. Sigue presente. Por una sola razón: La justicia sigue ausente de nuestras calles, de nuestra nación. La sangre de los jóvenes asesinados de antaño se ha mezclado con la sangre de los estudiantes normalistas de Guerrero, de Ayotzinapa. Se ha combinado con la sangre de los ejecutados de Tlatlaya y los miles de desaparecidos en Juárez, en Jalisco, en todo el país y que siguen sin recibir consuelo, descanso, justicia.

La historia parece vuelve a repetirse para lección de Gobernantes y Ciudadanos. ¿Seguiremos olvidando o seguiremos haciendo como que no sabemos? Hay quienes dicen que otro Tlatelolcazo es imposible. Dicen que el Gobierno no sería ya tan tonto de matar a tanta gente con tantos testigos viendo. Lo que no saben o parecen omitir adormecidos por las televisoras y los diarios oficialistas es que llevamos ya casi 3 sexenios de muertos continuos, de pobres más pobres y de una impunidad que duele, que indigna, que nos marca a todos. No se dan cuenta que el Tlatelolcazo del 68 sigue sucediendo de norte a sur y de este a oeste. No quieren darse cuenta que sus hijos quieren ser vendidos a extranjeros comerciantes. No quieren darse cuenta que sus tierras ya han sido cedidas a petroleros inescrupulosos que destruyen su fauna, sus bosques, sus flores. No quieren recordar que ninguna bazuca puede callar por mucho tiempo la injusticia de los corruptos. La sangre de muchos inocentes clama y huele ya en toda nuestra tierra.

02 de Octubre no se olvida. No debe olvidarse. No ha sucedido aún.

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